Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la droga es toda aquella sustancia que, introducida en el organismo por cualquier vía de administración, produce de algún modo una alteración del natural funcionamiento del sistema nervioso central de la persona y además puede crear dependencia, ya sea psicológica, física o ambas.
Actualmente, existe una gran preocupación social y por consecuencia hay un gran interés a nivel de investigación, en el consumo de sustancias psicoactivas, como son el tabaco, el alcohol y el cannabis entre los adolescentes españoles, ya que la edad de inicio en este tipo de consumo es cada vez más temprano y su práctica cada vez más frecuente (Soler & Ros, 2001). Más específicamente, cabe destacar la importancia que tiene estudiar en profundidad las consecuencias que pueden provocar el consumo de dichas sustancias en los más jóvenes, tanto a nivel individual como contextual en una etapa tan relevante y decisiva como es la adolescencia, donde se producen los cambios cognitivos y emocionales más decisivos para un desarrollo óptimo (Ramos & Moreno, 2010; Yuste, 2003).
Con el transcurso del tiempo, aproximadamente desde finales de los años 70 y principios de los 80 hasta hoy, se han producido importantes cambios en la manera de consumir y en las tempranas edades de inicio, ya que el objetivo principal de los adolescentes que consumen está asociado al tiempo libre y a la diversión que buscan junto con sus iguales, en la mayoría de los casos. Otro punto que destacar es que el consumo de sustancias afecta a cualquier grupo social independientemente de su estatus social y económico (Bustos, 2010).
Incidencia del consumo de porros en la sociedad
Actualmente, un 3,7% de los españoles consume cannabis a diario o casi a diario, esto indica que este porcentaje de la población tiene un patrón de consumo de alto riesgo para la salud. Un 15% de la población española de entre 15 y 64 años, y un 11% de los adolescentes de entre 14 y 18 años piensa que consumir cannabis no tiene consecuencias sobre la salud (EDADES y ESTUDES 2022). Esta baja percepción de riesgo acompañado a fuentes de información poco fiables o que tienen intereses comerciales, dificulta que la población tenga acceso a mensajes de salud verídicos y con evidencia empírica.
Haciendo referencia al consumo de cannabis, éste es menor que el producido con el alcohol y tabaco. La edad del inicio en su consumo es mayor en relación con las sustancias anteriores, siendo la edad media 12,11 años, y siendo más frecuente entre los chicos y durante los fines de semana (Martínez, Alonso & Montañés, 2010).
Como ya se ha comentado anteriormente, la adolescencia es esta etapa vital donde se producen los cambios más significativos en cuanto a la maduración física, sexual y cognitiva en la vida de una persona (López, 2004) , y cuando se producen las conductas de mayor riesgo, sin tener en cuenta las posibles consecuencias negativas futuras, debido a una alta activación del sistema mesolímbico, actividad relacionada directamente con el placer y la recompensa propia del desarrollo hormonal característico en esta etapa (Jiménez & Ovejero,2009).
Es por ello que el consumo temprano de tabaco, alcohol y cannabis tiene consecuencias tan negativas en el desarrollo. Este tipo de conductas de riesgo forma parte de la búsqueda de sensaciones y de experimentación que se produce en los adolescentes. Estas conductas son compartidas o rechazadas por su grupo de iguales, convirtiéndose éste en su grupo de referencia y en su principal punto de apoyo y seguridad (Rodríguez, Tinoco, Moreno & Queija, 2004).
Es así como empiezan a consolidar su identidad y a crecer personalmente adquiriendo las habilidades necesarias que les permita incorporarse con un cierto grado de madurez en el mundo adulto. Es por ello que, desde un punto de vista evolutivo, la búsqueda de nuevas sensaciones y el experimentar es un aspecto positivo más que negativo (Pérez-Fuentes, Gázquez, Molero, Cardila, Martos, Barragán & Mercader, 2015).
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¿Cómo prevenir la adicción a los porros?
En términos generales es conveniente reducir y/o retrasar el consumo de drogas en los jóvenes con una edad de entre 12 y 18 años.
A un nivel más específico, es esencial ofrecer psicoeducación sobre los efectos nocivos y consecuencias a nivel cognitivo, físico y emocional que tienen el consumo de drogas.
Para ello un plan de prevención adecuado sería aquel que contemplara:
- Ofrecer herramientas a los jóvenes para que puedan adoptar una actitud crítica y responsable ante las drogas.
- Crear espacios de diálogo y reflexión donde debatir sobre la problemática de las adicciones y la salud mental.
- Descubrir las alternativas de ocio de las que disponen.
- Potenciar la capacidad de toma de decisión y aprender a poner límite en grupo.
- Trabajo de autoconocimiento.
- Gestión emocional: Identificar, expresar y gestionar las emociones.
Efectos de los porros en el cerebro y salud mental
A corto plazo:
- Se ven afectadas diversas funciones complejas como la memoria: especialmente referida a aprendizajes nuevos. El consumo dificulta la retención de ideas y la memorización de tareas sencillas.
- Bradipsiquia o enlentecimiento del pensamiento. Esto disminuye la capacidad de organización de la información y de poder relacionar la información nueva con la ya adquirida, generando confusión.
- Disminución de las capacidades de atención, comprensión y concentración.
A largo plazo:
Los problemas físicos que produce son:
- Respiratorios: Dificultad respiratoria, tos crónica, mucosidad abundante y un aumento del riesgo de padecer infecciones pulmonares. El cannabis contiene sustancias cancerígenas más dañinas que el tabaco, que aumentan la probabilidad de padecer cáncer de pulmón.
- Cardiovasculares: en personas que padecen hipertensión o insuficiencia cardiaca y consumen cannabis de forma habitual, aumentan los riesgos asociados a estas enfermedades y empeoran los síntomas.
A nivel psicológico:
- “Síndrome amotivacional”: Cuando hay un consumo reiterado aparecen síntomas que se mantienen en el tiempo como son el cansancio, la apatía y la falta de interés generalizado.
- Aumento del riesgo de desarrollar cuadros psiquiátricos como ansiedad, depresión y psicosis.
- Dependencia psicológica: el consumo como puente para conseguir diversión, para desconectar de los problemas o conseguir un determinado estado anímico que facilite el relacionarse con mayor facilidad. Esto hace que los adolescentes hagan una atribución absoluta de estos “beneficios” a la droga y que se cree un hábito muy difícil de romper, ya que se refuerza aquellas creencias que les dan seguridad para enfrentarse a muchas situaciones de su vida que les cueste gestionar.
¿Cuántos porros suponen un daño para la salud?
Aunque ciertas investigaciones sostienen que el consumo de riesgo se produce con cinco o más porros a la semana, existen poblaciones con mayor vulnerabilidad genética en las que cualquier consumo, por poco frecuente e intenso que sea, implica un riesgo significativo para la salud. Por ejemplo, menores de 21 años, embarazadas y mujeres lactantes, personas que padecen enfermedades físicas (problemas cardíacos y respiratorios entre otros) o mentales (psicosis, depresión, trastorno bipolar, trastornos de ansiedad, adicción, entre otros).
Relación entre porros y ansiedad/depresión
Para diagnosticar un trastorno de ansiedad inducido por el cannabis, los síntomas de ansiedad han de traspasar los límites normales de la fase de intoxicación o abstinencia. En nuestro país el 14,8% de las urgencias por consumo de sustancias tóxicas ilegales se deben al cannabis y se caracterizan por crisis de ansiedad y crisis de pánico, que suelen afectar más a consumidores noveles.
Existe una asociación frecuente entre los trastornos de ansiedad y depresión y el consumo de cannabis, tanto en adolescentes como en adultos.
¿Los porros son menos peligrosos que cualquier otra droga?
No, es más, existen estudios que asocian el consumo de marihuana con un mayor riesgo de trastornos psiquiátricos, incluidos la psicosis (esquizofrenia), la depresión, la ansiedad y los trastornos por consumo de drogas, pero no siempre es fácil determinar si el consumo es efectivamente la causa de estos trastornos o en qué medida los causa.
Se ha comprobado que la cantidad de droga que se consume, la edad a la que se consume por primera vez y la vulnerabilidad genética de la persona son algunos de los factores que influyen en esta relación.
Tratamiento de la adicción de los porros
En el tratamiento de la adicción hay que tener en cuenta varias líneas de trabajo terapéutico para abordar las distintas áreas que componen la vida de una persona: personal, familiar, social y laboral.
Es por ello que hay que trabajar con el paciente a distintos niveles, para que haya eficacia en el tratamiento y sus efectos puedan mantenerse en el tiempo.
En la terapia cognitivo-conductual, como bien indica su nombre, se trabaja a nivel conductual, es decir se ayuda al paciente a identificar actitudes y comportamientos relacionados con el consumo de drogas y como consecuencia a modificarlas y sustituirlas por conductas más sanas y funcionales. A la vez se va trabajando con la parte cognitiva que hace más referencia a creencias instauradas tras haber ido almacenando experiencias vitales.
Como resultado, los pacientes aprenden a identificar situaciones que le generan estrés y adquieren recursos que le faciliten el gestionar estas situaciones sin consumo. Las terapias conductuales también pueden aumentar la eficacia de los medicamentos y ayudar a que el paciente continúe con el tratamiento durante más tiempo.
Grupo Neros, Centro de Desintoxicación y Rehabilitación de drogas y Viviendas de Apoyo al Tratamiento en Sevilla, no sólo trabaja con la Terapia Cognitivo- Conductual, si no que trabaja también a nivel emocional. No debemos olvidar que la drogadicción es una enfermedad psicoemocional.